lunes, 23 de noviembre de 2009

"Jaqueca" - Gonzalo Alfonsín


Jaqueca

(escritura automática en un bar del Raval, Barcelona, diciembre 2003)

Una intensa y molesta jaqueca me acecha y me aqueja. No me quejo y dejo pasar el malestar. Para estar bien sin mirar a quién hace falta llevar la frente alta, comer mucha palta y visitar Salta sin falta. De la malta sale la cerveza, esa bebida espesa que se sirve en la mesa, de postre una cereza o una fresa, invitamos a Vanesa, la francesa cuya belleza te despereza, sos su presa, te besa cual vampiresa y se te pone tiesa, qué sorpresa, te volvés loco loco, "de a poco", te dice, "¿te toco o no te toco?", sí, tocáme, agarráme, abrazáme, desarmame, lameme, comeme, tragame, escupime, abrime, exprimime, matame y revivime mil veces, todos los meses, digamos sandeces, tragándonos las eses mientras corremos por los cipreses, nademos como peces, juguemos como niños, no te pongas corpiño (yo soy lampiño), en mi mente aparece Bob Patiño, el compañero de Krusty, el payaso.

—No me hagás caso —le digo—, soy medio pelmazo.
—Es el miedo al fracaso —me dice de paso—-. ¿Te molesta si prendo un faso?
—Para nada... —(Qué mina copada).

Lanza una bocanada y yo una frase pensada: "tu voz de hada me agrada, quiero que seas mi amada". La carnada no es tragada:

—¿Te creés que soy tarada? A todas les decís lo mismo, es un vil mecanismo.
—Vos y tu cinismo —le contesto—-. ¿Te gustan los fideos con pesto?
— ¿A qué viene esto?
—Es que me regaló un paquete Ernesto.
—¿Ernesto?
—Sí, el del sexto, el que practica el incesto.
—Te estás yendo al carajo.
—Es el ajo —me atajo—- Comí mucho... ¿querés un pucho?
—No, salame... bueno, sí, dame.
—Es el último Marlboro, vale oro...
—Por favor te lo pido.
—Está bien, te convido, pero que no se haga costumbre... ¿Querés lumbre...? ¿Segura? Vamos, no te hagás la dura... bueno, listo, no insisto... si lo fumás apagado... necesito otro atado, voy al mercado... ¿venís?
—¿A mí me decís?
—Sí, claro.
—Yo no me paro.
—Te llevo encima, como a mi prima.
—¿Estás loco?
—Un poco.
—Estamos repitiendo.
—Y aburriendo.
—¿Nos vamos yendo?
—¿Adónde?
—Adonde cagó el conde.
—¡Guarango!
—Vamos a bailar tango.
—Dale, le aviso a Ale.
—¡Vale!

Autor: Gonzalo Alfonsín – Centro Cultural Belgrano R.
Fotografía: Fabián San Miguel.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

"El ocaso del sol" - Sol Zurita Aleñá


El ocaso del sol



Ahh! Por qué no habré quemado mis ojos

cuando escucharon venir tus pasos

en el alba desnuda de un andén.


Allí penetraba tu lívido morbo.

Endulzado de magnolias;

erguía en mi sangre desierta

el vértigo balsámico de tu ira.


Símbolos pérfidos de tus hadas

se unen como átomos para engendrar

en mi; lánguida desesperanza.


Mas callo la furia de estas bestias

y recibo ávida el ramo inerte

de la tortura.


Despojos sonoros,

clamores silenciados.


Los sueños navegando por el asfalto

empañados como alas

hijas de la incesante agonía.


Busqué desesperada

por cada rincón del miedo

en la bruma de epitafios

frente a cada proyección

de formas destruidas.


Vi rostros como calles

y jugué entre los diálogos

del desconcertante, sórdido e impúdico parque

iridiscente de sus besos arcaicos


y aún así

las sombras me apartaron del viento,

la creciente noche quieta

ante la blandura de mi cuerpo

me dejó vestida

de arenas turistas

residentes en congojas.


El follaje insólito de tus pieles

desarmaron de lo que en mí

quedaba aún.


Ohh! Por qué no habré quemado tus ojos

con el incendio crónico que escapaba de mis manos

por qué he de consagrar el trono de la muerte

cada vez que te miro

con mi reflejo colmado de soledad,

aterrada de los sueños

y de este perenne encuentro.


Autora: Sol Zurita Aleñá. Centro Cultural Belgrano R.

Fotografía: Fabián San Miguel.


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