"La palabra" - María A. Campo
De pronto el mundo perdió la palabra.
Desde el principio de los tiempos el hombre se había valido de ellas, para justificar todos sus actos: declarar el amor, imponer la guerra, escribir poemas, abusar del poder, adorar a los dioses, engañar con sutileza… Los usos eran tantos, tan variados y disímiles, que un día las palabras se sintieron bastardeadas e inoperantes.
La confusión y el disgusto fueron creciendo larvadamente, pero se extendieron con rapidez. Primero fue la rebelión del silencio: se despojaron de los sonidos que se iban elevando hacia el vacío en nubes estruendosas y ensordecedoras. Los hombres hablaban y millones de letras mudas y desarticuladas se expandían en el espacio chocando contra los cuerpos indefensos y las ramas florecidas de los árboles; se pegaban sobre las paredes de los edificios y los automóviles las atropellaban, provocando explosiones grotescas.
El caos era total pero habían desaparecido los gritos, los llamados, las voces… Las formas se desdibujaban en palabras y las palabras adquirían fuerza para correr, defenderse y saltar en silencio. Y el mundo fue sólo palabras huecas que iban y venían agrupadas en curiosas formas rectilíneas, verdaderos ejércitos de todos los idiomas humanos, diseminados por la tierra, errantes y mudos.
Su constitución casi etérea era frágil; el sol las dañaba: lo ocultaron formando un enorme disco giratorio. El viento las arrastraba por oscuros pasadizos, abismos gelatinosos y cielos extraños como de otros mundos: lo detuvieron con una tromba magnética que lo absorbía y lo enviaba a las profundidades de la tierra. El agua era una amenaza de desintegración: congelaron los mares y petrificaron la lluvia. Y todo lo hacían a un ritmo febril, vertiginoso y caótico.
Como habían perdido la belleza del habla, la musicalidad de los sonidos, la capacidad de entenderse, comenzaron a envidiar a los hombres que habían sido verdaderos artistas en su uso, aunque las habían despojado de sentido y de coherencia.
Y queriendo volver a ser lo que eran le declararon la guerra. Ahora el mundo era un páramo gigantesco donde los hombres y las palabras luchaban entre sí.
Y apareció de nuevo el sol, el viento, el agua, los sonidos fugitivos y en ese poblado desierto de sombras, la muerte jugaba su mejor partida. El hombre estaba perdido, había perdido el valor de la palabra.
Autora: María A. Campo. Centro Cultural Belgrano R.
Etiquetas: caos, guerra, hombre, maría a. campo, palabra
2 comentarios:
Me doy la bienvenida a tu blog...
No se como llegué pero no me lo cuestiono demeasiado, Muy pero muy bueno.
Dani : muy buenos los cuentos q escribis sos el numero uno!
Desde Montevideo un beso y no cambies!
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