"Misteriosa" - Mirta Cataldi
Hace tiempo que cada noche salgo como un autómata a pasear a mi perro, él riega el árbol de la esquina mientras yo aprovecho a fumar el cigarrillo que tengo prohibido.
Es como un ritual. Las noches de verano me acompañan, veo desfilar a los que van y vienen. A los que levantan la basura y a los que esperan a alguien que no llega.
El viernes, de golpe se me cruzó, la seguí con la mirada. Su andar tenía cadencia. La vi doblar la esquina y desapareció.
Le pregunté a mis vecinos si alguno ya la había descubierto, nadie tenía noticias; evidentemente era sólo a mí a quien le atraía su presencia.
La noche del sábado siempre es más bulliciosa, decidí a salir a la misma hora, tenía que encontrarla, pero no tuve suerte, no había rastros de ella.
Mi empecinamiento se había convertido en una tendencia obsesiva: encontrarla.
Hasta que esa noche la vi. Traté de que no reparara en mí.
Dejé que tomara cierta distancia y fui detrás de ella, en algún lugar debía entrar.
Su color negro azabache la hacía más bella y atractiva. Se encontró con otra y caminaron juntas, mi perro, que nunca ladraba, esa noche estaba descontrolado y logró hacer tanto escándalo que les perdí el rastro.
Llegué hasta la esquina, apenas dí la vuelta la primer casa tenía la puerta entreabierta y dejaba ver un largo pasillo. Me asomé, la habitación estaba a oscuras, no había señales de gente que hablara. Un perfume suave y dulzón atravesó el umbral. La intriga me superó, decidí llevar el perro a casa y volví. Puse en el bolsillo una linterna, algo me ayudaría.
Me senté en el escalón de la entrada, la noche estaba avanzada. No circulaban muchos autos y casi nadie por la vereda.
Esperé que llegara el silencio bien profundo. Entonces entraron al lugar; no iban solas, capaces y hábiles de abrirse camino. Me di cuenta que sus vidas transcurren en lo profundo, en complejos laberintos cerrados, y son esclavas expuestas a servir a otros.
Tienen control sobre el tiempo que utilizan para encontrar el sustento y volver al hueco, a lo oculto y húmedo, a recibir órdenes, a compartir amantes.
Me parecieron aún más bellas. Las iluminé con la linterna, mientras las veía sumergirse a esa ciudad viviente que es un hormiguero.
Autora: Mirta Cataldi. Centro Cultural Belgrano R.
Etiquetas: laberintos, mirta cataldi, misteriosa, negro azabache, perro
2 comentarios:
muy bueno este relato, excelente el blog.
El relato es bueno,aunque quizás el misterio fuera algo previsible.Buscaré por el blog esos fantásticos poemas como sueños-pesadillas que recuerdo,un abrazo.
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