domingo, 20 de diciembre de 2009

"Polvo de auras" - Mónica Arango


Polvo de auras

La eterna lujuriosa
despliega humo de soles
sobre el cristal inmutable
que me deja ver el mundo
en horas precisas.

Las ruinas invisibles
que se agigantan
entre mis oscuridades,
desnudan tu mirada
mientras mi cuerpo
el polvo imita.

Yo sólo soy estas grafías atrapadas,
en la quietud de mis cavernas
en un sigilo errabundo
que las corrompe entre oscuridad y oscuridad,
en el vacío… manantial silencioso
y se desparrama en mi almohada.

El vicio primitivo
pintoresco edén para mis violetas marchitas,
amanece entre mi voraz siempreviva
haciendo de mi día tinieblas
después de una noche
plagada de geometrías resplandecientes.

Autora: Mónica Arango. Centro Cultural Belgrano R.
Fotografía: Man Ray.

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domingo, 13 de diciembre de 2009

"Texturas": serie "Buenos Aires" - Fabián San Miguel




Fotografías: Fabián San Miguel.

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martes, 1 de diciembre de 2009

"La palabra" - María A. Campo


La palabra

De pronto el mundo perdió la palabra.
Desde el principio de los tiempos el hombre se había valido de ellas, para justificar todos sus actos: declarar el amor, imponer la guerra, escribir poemas, abusar del poder, adorar a los dioses, engañar con sutileza… Los usos eran tantos, tan variados y disímiles, que un día las palabras se sintieron bastardeadas e inoperantes.
La confusión y el disgusto fueron creciendo larvadamente, pero se extendieron con rapidez. Primero fue la rebelión del silencio: se despojaron de los sonidos que se iban elevando hacia el vacío en nubes estruendosas y ensordecedoras. Los hombres hablaban y millones de letras mudas y desarticuladas se expandían en el espacio chocando contra los cuerpos indefensos y las ramas florecidas de los árboles; se pegaban sobre las paredes de los edificios y los automóviles las atropellaban, provocando explosiones grotescas.
El caos era total pero habían desaparecido los gritos, los llamados, las voces… Las formas se desdibujaban en palabras y las palabras adquirían fuerza para correr, defenderse y saltar en silencio. Y el mundo fue sólo palabras huecas que iban y venían agrupadas en curiosas formas rectilíneas, verdaderos ejércitos de todos los idiomas humanos, diseminados por la tierra, errantes y mudos.
Su constitución casi etérea era frágil; el sol las dañaba: lo ocultaron formando un enorme disco giratorio. El viento las arrastraba por oscuros pasadizos, abismos gelatinosos y cielos extraños como de otros mundos: lo detuvieron con una tromba magnética que lo absorbía y lo enviaba a las profundidades de la tierra. El agua era una amenaza de desintegración: congelaron los mares y petrificaron la lluvia. Y todo lo hacían a un ritmo febril, vertiginoso y caótico.
Como habían perdido la belleza del habla, la musicalidad de los sonidos, la capacidad de entenderse, comenzaron a envidiar a los hombres que habían sido verdaderos artistas en su uso, aunque las habían despojado de sentido y de coherencia.
Y queriendo volver a ser lo que eran le declararon la guerra. Ahora el mundo era un páramo gigantesco donde los hombres y las palabras luchaban entre sí.
Y apareció de nuevo el sol, el viento, el agua, los sonidos fugitivos y en ese poblado desierto de sombras, la muerte jugaba su mejor partida. El hombre estaba perdido, había perdido el valor de la palabra.

Autora: María A. Campo. Centro Cultural Belgrano R.
Fotografía: Fabián San Miguel.

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